Todo ha sido múltiple, excesivo, grosero, grandilocuente, enorme, record de algo, en el último tiempo.
Todo ha sido intenso.
Mi vida de alguna manera ha dado vueltas en círculos y se ha movido hacia atrás y adelante en ritmos que yo no propuse, que yo no busqué y que a veces, tampoco quise.
He visto noticias, he comentado y criticado todo en los espacios de redes sociales habidos y por haber y me he sentido reconfortado por las respuestas a los llamados de atención virtual y real, intentos desesperados de cambiar lo que pasa y de funar a quienes nos -des-representan en todos los niveles jerárquicos de la sucia y puta política chilena.
El mundo ha dado tormentosos saltos y revolcones, los Tsunamis parecen más bien reflujos de un mar bulímico, saciado hasta el exceso de la mórbida carga de elementos que día a día absorbe como tacho de basura de una plaga que genera elementos nuevos y tóxicos, como una metástasis en el continente, como un cancer en el mundo, en cada uno de sus órganos, en cada uno de sus extremos, envenenando la piel y la sangre del globo.
La tierra, como caldo de cultivo, está pudriéndose tal como el tomate que tengo hace semanas en mi refrigerador, se está arrugando de a poquito, de vez en cuando erupta un granito por donde sale el pus vede y peludo desde su interior, y la corteza se daña, y se daña y se daña.
Ya vendrá alguien que tome al mundo como un tomate podrido y lo tire a un tacho de basura, a un hoyo negro de desechos, reciclables, convertibles en otra materia, en no materia, en la nada, en esa que vendría bien convertirse, o en la nada a la que convertiría a muchos de los sujetos, objetos de tanto comentario en rabiado, de tanta reacción furiosa.
Se está perdiendo el coraje de los grandes creo, y se está armado la pasión de los más chicos. Los políticos se ven cansados y pareciera que, solapadamente, el secreto de sus actos comienza a quedar en vitrina, lo que inmediatamente hace que muchos pierdan el interés de seguir jugando. No es lo mismo la política si no hay secreto, no es lo mismo un juego sin trampa, no es lo mismo cuando alguien reclama por las reglas...
A mi trinchera le falta a veces, de muchas cosas, se queda corta en algunos temas y le sobra ancho en fortalezas, enumerarlas sería tedioso, pero es lado de buenas almas, a veces me toca colaborar y pongo los pulmones y la garganta en juego, mi insumo son mis cantos, festivos, caprichosos, ingenuos pero conscientes, no son repasos de un porque sí, ni retoques de un porque ya...
son respuestas a un lo que fué. y estrategias a un que será.
Son cantos festivos de tragedias insignificantes, de batallas perdidas conmigo mismo. No hay un peloponeso ni un Vietnam en todo esto, pero hay días de torturas y noches de angustiante insomnio, hay alquimia y magia que convierte la oscuridad en luz, la pena en gritos, y los golpes en baile.
Y con baile, gritos y luz, esta trinchera, donde cada uno pone lo suyo... hacia algún lado se va moviendo, no se bien dónde.
No se bien si quiero saberlo.
Al fin, nada me emociona.
todo me emociona.
Todo ha sido intenso.
Mi vida de alguna manera ha dado vueltas en círculos y se ha movido hacia atrás y adelante en ritmos que yo no propuse, que yo no busqué y que a veces, tampoco quise.
He visto noticias, he comentado y criticado todo en los espacios de redes sociales habidos y por haber y me he sentido reconfortado por las respuestas a los llamados de atención virtual y real, intentos desesperados de cambiar lo que pasa y de funar a quienes nos -des-representan en todos los niveles jerárquicos de la sucia y puta política chilena.
El mundo ha dado tormentosos saltos y revolcones, los Tsunamis parecen más bien reflujos de un mar bulímico, saciado hasta el exceso de la mórbida carga de elementos que día a día absorbe como tacho de basura de una plaga que genera elementos nuevos y tóxicos, como una metástasis en el continente, como un cancer en el mundo, en cada uno de sus órganos, en cada uno de sus extremos, envenenando la piel y la sangre del globo.
La tierra, como caldo de cultivo, está pudriéndose tal como el tomate que tengo hace semanas en mi refrigerador, se está arrugando de a poquito, de vez en cuando erupta un granito por donde sale el pus vede y peludo desde su interior, y la corteza se daña, y se daña y se daña.
Ya vendrá alguien que tome al mundo como un tomate podrido y lo tire a un tacho de basura, a un hoyo negro de desechos, reciclables, convertibles en otra materia, en no materia, en la nada, en esa que vendría bien convertirse, o en la nada a la que convertiría a muchos de los sujetos, objetos de tanto comentario en rabiado, de tanta reacción furiosa.
Se está perdiendo el coraje de los grandes creo, y se está armado la pasión de los más chicos. Los políticos se ven cansados y pareciera que, solapadamente, el secreto de sus actos comienza a quedar en vitrina, lo que inmediatamente hace que muchos pierdan el interés de seguir jugando. No es lo mismo la política si no hay secreto, no es lo mismo un juego sin trampa, no es lo mismo cuando alguien reclama por las reglas...
A mi trinchera le falta a veces, de muchas cosas, se queda corta en algunos temas y le sobra ancho en fortalezas, enumerarlas sería tedioso, pero es lado de buenas almas, a veces me toca colaborar y pongo los pulmones y la garganta en juego, mi insumo son mis cantos, festivos, caprichosos, ingenuos pero conscientes, no son repasos de un porque sí, ni retoques de un porque ya...
son respuestas a un lo que fué. y estrategias a un que será.
Son cantos festivos de tragedias insignificantes, de batallas perdidas conmigo mismo. No hay un peloponeso ni un Vietnam en todo esto, pero hay días de torturas y noches de angustiante insomnio, hay alquimia y magia que convierte la oscuridad en luz, la pena en gritos, y los golpes en baile.
Y con baile, gritos y luz, esta trinchera, donde cada uno pone lo suyo... hacia algún lado se va moviendo, no se bien dónde.
No se bien si quiero saberlo.
Al fin, nada me emociona.
todo me emociona.
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