lunes, 26 de julio de 2010

No se puede hacer así la cosa

Yo sé que los fantasmas no existen

Yo sé que los fantasmas no penan

Yo sé que los fantasmas no extrañan

Yo sé que los fantasmas no vuelven


 

Cuando se van.


 

jueves, 8 de julio de 2010

Otro microcuento que no calificaría

Ayer pensaba en los microcuentos del Santiago en 100 palabras. Un amigo hizo algunos y los tiró este año. El año pasado yo mandé tres.

A mi sinceramente me gustaba sólo uno, pero la política del concurso siempre es ha sido y será la falacia del "mientras más cupones mandes, más posibilidades tienes de ganar". Mentiras.

El año pasado no gané nada, los cuentos no salieron ni en las gracias. Sinceramente no eran buenos, pero a mi me gustaba uno. Los otros dos los había inventado porque tenía una fijación con la idea de mandar tres. No dos. No cuatro. Tres.

Esta ciudad gueona me tiene convertido en un consumidor absurdo de imágenes. Ando mirando los carteles de publicidad en la calle, las quinceañeras en sostenes y calzones que salen en las murallas del metro, miro internet todo el día, en la pega, en la casa, veo los canales nacionales, veo las noticias, veo los comerciales.

El otro día me vi borrachísimo peleando con la tele!. Igual fue distinto, en la tele estaba este gueón de Sobalaprieta alentando a nuestros rivales, una cosa espantosa, un desagrado constante, un mecanismo de control de masas, un robot, un error, un algo que hace que uno se automatice y tal como Pavlov, se condicione de tal manera que al escuchar sus balbuceos nazis, sus modulaciones cursis, sus corneteos Carcurados, aparezca en el acto la acidez, el malestar, la rabia. Me tiene cagao la tele.


 

El microcuento de la semana sería: (en 100 palabras)


 

En su casa, él miraba la tele con risa, no encontraba peros en la rutina, su mujer reía a carcajadas a su lado con un pisco sour, en la cama. El lunes llegó comentando risueño los momentos clave, saludaba livianamente, reía recordando pasajes. Los asesores lo miraron extraño. Lo notaron distinto, se preocuparon.

El frío invadió el despacho y su cara cambió de golpe, ya no había risas y los asesores se acomodaban las corbatas.

"La rutina era sobre usted, presidente, entiende?, lo estaban imitando a usted"…


 

El teléfono sonó en el despacho del director del canal, pocos minutos después.